La revolución de los 420.000 ordenadores
No se si fueron exactamente 420.000 los ordenadores que prometió Zapatero en el pasado debate sobre el estado de la nación. Sí, creo que sí. En cualquier caso la promesa consistió en un ordenador por cada niño de quinto de Primaria a partir del curso próximo.
Hay quien opina que esos ordenadores no son más que un regalito, una golosina que no cambiará nada. Y hay quien opina (yo lo opino) que pueden suponer una revolución en la manera de enseñar y en la manera de aprender.
Pero, cuidado, he dicho pueden suponer una revolución, no que van a suponer una revolución. No lo he asegurado.
El problema no creo que sea económico, hay portátiles de muy bajo coste que incluso se abaratan más si los pides en grandes cantidades como es el caso. ¿Legarán a tiempo para empezar el curso? Si los responsables quieren, sí. Que viajen un día de estos a China si es preciso y los compren.
Los problemas que pueden surgir son los típicamente españoles. Hay aquí quien se compra un cochazo y luego no tiene dinero para la gasolina. Ya estoy viendo cómo se fundirán los plomos cuando se enchufen simultaneamente veinte ordenadores en varias aulas. Luego andaremos buscando luego al electricista que nos redactará proyectos que necesitarán asignaciones económicas especiales que no llegan.
Los ordenadores ¿De quién serán?, ¿de los chavales?, ¿del colegio?, ¿a los libros que actualmente arrastran colgados de su espalda habrá que añadir el ordenador? Y si dejan los ordenadores en el centro, se supone que se deberán crear normas y reglamentos para que el asunto del control de las máquinas no deriven conflicto.
Pero, bueno, todo eso yo creo que es superable si se tienen ganas de que todo salga bien y si se dispone de algo más de pasta para gastar.
Pero se deberá afrontar una cuestión, a mi entender, más difícil: la actualización didáctica.
A eso me refería antes cuando he hablado de revolución. Enseñar con ordenadores e Internet cambia o debería cambiar las costumbres y los métodos actuales de enseñanza. Con un ordenador conectado a Internet se puede aprender investigando. Se puede usar la memoria de una manera creativa, dinámica. Se pueden poner en contexto los aprendizajes, aprender geografía visitando los sitios, matemáticas con multitud de problemas a resolver a partir del análisis y no tanto de la aplicación de formulitas, se puede trabajar el arte con algo más que un rotulador, se pueden hacer trabajos presentados en forma de páginas web, lo que requiere trabajar la estructuración de la expresión y del pensamiento, se puede crear música convirtiendo el ordenador en un teclado o en un par de platos de DJ, se pueden mantener relaciones de amistad con chavales de otros paises, etc. etc.
Para ello hacen falta varias iniciativas. Se deben de poner en marcha planes de formación de los profesores y profesoras. Éstos deben estar dispuestos a verse obligados a ir a los cursos de esos planes de formación y luego a aplicar lo aprendido cambiando su metodología de trabajo en el aula. Si se quiere hacer en serio, no pidamos profesores supermanes o superwomens. Es decir, que mientras los profesores reciben esta formación, no pueden dar clase. Deben ser substituidos por otros. Y a los substitutos hay que pagarlos. Y eso si que puede significar un gran desembolso; más dinero, creo yo, que lo que cuestan las propias máquinas. ¿Se ha pensado en todo ello?
Y los profesores, ¿querrán? ¿querrán interrumpir la inercia del libro de texto igual para todos, los deberes, los exámenes memorísticos, las listas interminables de ejercicios, un niño que se duerme, otro que chilla, pocos que entienden de verdad lo que se explica, las repescas, pillar a alguien con las chuletas en los calzoncillos? Uff!.
En los profesores me quiero detener un instante. Hace años estaba dando clases de informática a chicos de ESO. Las notas que obtenían en mi asignatura eran bastante mejores que las que sacaban en las demás. Mis colegas me decían que "claro, tu asignatura les gusta y ademas tienen el ordenador, o sea, tienen el juguete y se lo pasan bien, nosotros no lo tenemos (el juguete)". Me jodía que tildasen la informática como algo que consiste en enseñar a manejar un trasto semejante a un cochecito teledirigido. Nadie estaba interesado en las herramientas, en los apuntes, en las estrategias que usaba. Nadie se preguntaba por qué las cosas me iban bien si ni tan siquiera usaba libro de texto. Nadie me consultó nunca cómo me las arreglaba para evaluar sin casi exámenes ni, por supuesto, cómo aprendían sin ningún tipo de deberes, ni cómo era posible que los alumnos se acordaran de un año para otro de todo lo que habían estudiado. Podría detallar recursos y armas que usaba . Aunque la idea que los inspiraba era sólo una: aprendían trabajando, no se distinguía la teoría de la práctica.
Me hubiera gustado hablar de todo eso, pero nadie quería hacerlo. Sólo mencionaban el dichoso juguete.
Bueno, pues ahora van a tener el juguete. Me encantaría que, con el juguete, no tuvieran excusa. Pero si unos y otros se esfuerzan un poco, muy posiblemente la encontrarán (la excusa).
La revolución puede que esté ahí como componente principal del pedido de los ordenadores de Zapatero, pero, ¿será revolucionario el personal docente?, ¿será revolucionario el alumnado?, ¿será revolucionario el personal en general?, ¿serán revolucionarios los políticos y sus intermediarios, los funcionarios?, ¿o acabarán siendo golosinas esos 420.000 ordenadores? Uff!
En el Congreso Zapatero no habló de las consecuencias de su medida. Ni de los problemas que pueden sobrevenir con su implantación. Anunció la medida y chao ¿Y que hizo Rajoy? Hubiera podido plantear todas las cuestiones sobre las que hemos hablado y también otras. Hubiera podido discutir, poner al presidente a prueba, esgrimir iniciativas: política, hubiera podido hacer política. No lo hizo. Se limitó a decirles a los diputados socialistas que lo abucheaban que "no saben leer, qué gente". Eso dijo entre otras groserías. ¿Para eso le pagan, Sr. Rajoy?
Hay quien opina que esos ordenadores no son más que un regalito, una golosina que no cambiará nada. Y hay quien opina (yo lo opino) que pueden suponer una revolución en la manera de enseñar y en la manera de aprender.
Pero, cuidado, he dicho pueden suponer una revolución, no que van a suponer una revolución. No lo he asegurado.
El problema no creo que sea económico, hay portátiles de muy bajo coste que incluso se abaratan más si los pides en grandes cantidades como es el caso. ¿Legarán a tiempo para empezar el curso? Si los responsables quieren, sí. Que viajen un día de estos a China si es preciso y los compren.
Los problemas que pueden surgir son los típicamente españoles. Hay aquí quien se compra un cochazo y luego no tiene dinero para la gasolina. Ya estoy viendo cómo se fundirán los plomos cuando se enchufen simultaneamente veinte ordenadores en varias aulas. Luego andaremos buscando luego al electricista que nos redactará proyectos que necesitarán asignaciones económicas especiales que no llegan.
Los ordenadores ¿De quién serán?, ¿de los chavales?, ¿del colegio?, ¿a los libros que actualmente arrastran colgados de su espalda habrá que añadir el ordenador? Y si dejan los ordenadores en el centro, se supone que se deberán crear normas y reglamentos para que el asunto del control de las máquinas no deriven conflicto.
Pero, bueno, todo eso yo creo que es superable si se tienen ganas de que todo salga bien y si se dispone de algo más de pasta para gastar.
Pero se deberá afrontar una cuestión, a mi entender, más difícil: la actualización didáctica.
A eso me refería antes cuando he hablado de revolución. Enseñar con ordenadores e Internet cambia o debería cambiar las costumbres y los métodos actuales de enseñanza. Con un ordenador conectado a Internet se puede aprender investigando. Se puede usar la memoria de una manera creativa, dinámica. Se pueden poner en contexto los aprendizajes, aprender geografía visitando los sitios, matemáticas con multitud de problemas a resolver a partir del análisis y no tanto de la aplicación de formulitas, se puede trabajar el arte con algo más que un rotulador, se pueden hacer trabajos presentados en forma de páginas web, lo que requiere trabajar la estructuración de la expresión y del pensamiento, se puede crear música convirtiendo el ordenador en un teclado o en un par de platos de DJ, se pueden mantener relaciones de amistad con chavales de otros paises, etc. etc.
Para ello hacen falta varias iniciativas. Se deben de poner en marcha planes de formación de los profesores y profesoras. Éstos deben estar dispuestos a verse obligados a ir a los cursos de esos planes de formación y luego a aplicar lo aprendido cambiando su metodología de trabajo en el aula. Si se quiere hacer en serio, no pidamos profesores supermanes o superwomens. Es decir, que mientras los profesores reciben esta formación, no pueden dar clase. Deben ser substituidos por otros. Y a los substitutos hay que pagarlos. Y eso si que puede significar un gran desembolso; más dinero, creo yo, que lo que cuestan las propias máquinas. ¿Se ha pensado en todo ello?
Y los profesores, ¿querrán? ¿querrán interrumpir la inercia del libro de texto igual para todos, los deberes, los exámenes memorísticos, las listas interminables de ejercicios, un niño que se duerme, otro que chilla, pocos que entienden de verdad lo que se explica, las repescas, pillar a alguien con las chuletas en los calzoncillos? Uff!.
En los profesores me quiero detener un instante. Hace años estaba dando clases de informática a chicos de ESO. Las notas que obtenían en mi asignatura eran bastante mejores que las que sacaban en las demás. Mis colegas me decían que "claro, tu asignatura les gusta y ademas tienen el ordenador, o sea, tienen el juguete y se lo pasan bien, nosotros no lo tenemos (el juguete)". Me jodía que tildasen la informática como algo que consiste en enseñar a manejar un trasto semejante a un cochecito teledirigido. Nadie estaba interesado en las herramientas, en los apuntes, en las estrategias que usaba. Nadie se preguntaba por qué las cosas me iban bien si ni tan siquiera usaba libro de texto. Nadie me consultó nunca cómo me las arreglaba para evaluar sin casi exámenes ni, por supuesto, cómo aprendían sin ningún tipo de deberes, ni cómo era posible que los alumnos se acordaran de un año para otro de todo lo que habían estudiado. Podría detallar recursos y armas que usaba . Aunque la idea que los inspiraba era sólo una: aprendían trabajando, no se distinguía la teoría de la práctica.
Me hubiera gustado hablar de todo eso, pero nadie quería hacerlo. Sólo mencionaban el dichoso juguete.
Bueno, pues ahora van a tener el juguete. Me encantaría que, con el juguete, no tuvieran excusa. Pero si unos y otros se esfuerzan un poco, muy posiblemente la encontrarán (la excusa).
La revolución puede que esté ahí como componente principal del pedido de los ordenadores de Zapatero, pero, ¿será revolucionario el personal docente?, ¿será revolucionario el alumnado?, ¿será revolucionario el personal en general?, ¿serán revolucionarios los políticos y sus intermediarios, los funcionarios?, ¿o acabarán siendo golosinas esos 420.000 ordenadores? Uff!
En el Congreso Zapatero no habló de las consecuencias de su medida. Ni de los problemas que pueden sobrevenir con su implantación. Anunció la medida y chao ¿Y que hizo Rajoy? Hubiera podido plantear todas las cuestiones sobre las que hemos hablado y también otras. Hubiera podido discutir, poner al presidente a prueba, esgrimir iniciativas: política, hubiera podido hacer política. No lo hizo. Se limitó a decirles a los diputados socialistas que lo abucheaban que "no saben leer, qué gente". Eso dijo entre otras groserías. ¿Para eso le pagan, Sr. Rajoy?