tomas al habla

Friday, May 29, 2009

La revolución de los 420.000 ordenadores

No se si fueron exactamente 420.000 los ordenadores que prometió Zapatero en el pasado debate sobre el estado de la nación. Sí, creo que sí. En cualquier caso la promesa consistió en un ordenador por cada niño de quinto de Primaria a partir del curso próximo.

Hay quien opina que esos ordenadores no son más que un regalito, una golosina que no cambiará nada. Y hay quien opina (yo lo opino) que pueden suponer una revolución en la manera de enseñar y en la manera de aprender.
Pero, cuidado, he dicho pueden suponer una revolución, no que van a suponer una revolución. No lo he asegurado.

El problema no creo que sea económico, hay portátiles de muy bajo coste que incluso se abaratan más si los pides en grandes cantidades como es el caso. ¿Legarán a tiempo para empezar el curso? Si los responsables quieren, sí. Que viajen un día de estos a China si es preciso y los compren.

Los problemas que pueden surgir son los típicamente españoles. Hay aquí quien se compra un cochazo y luego no tiene dinero para la gasolina. Ya estoy viendo cómo se fundirán los plomos cuando se enchufen simultaneamente veinte ordenadores en varias aulas. Luego andaremos buscando luego al electricista que nos redactará proyectos que necesitarán asignaciones económicas especiales que no llegan.
Los ordenadores ¿De quién serán?, ¿de los chavales?, ¿del colegio?, ¿a los libros que actualmente arrastran colgados de su espalda habrá que añadir el ordenador? Y si dejan los ordenadores en el centro, se supone que se deberán crear normas y reglamentos para que el asunto del control de las máquinas no deriven conflicto.

Pero, bueno, todo eso yo creo que es superable si se tienen ganas de que todo salga bien y si se dispone de algo más de pasta para gastar.

Pero se deberá afrontar una cuestión, a mi entender, más difícil: la actualización didáctica.

A eso me refería antes cuando he hablado de revolución. Enseñar con ordenadores e Internet cambia o debería cambiar las costumbres y los métodos actuales de enseñanza. Con un ordenador conectado a Internet se puede aprender investigando. Se puede usar la memoria de una manera creativa, dinámica. Se pueden poner en contexto los aprendizajes, aprender geografía visitando los sitios, matemáticas con multitud de problemas a resolver a partir del análisis y no tanto de la aplicación de formulitas, se puede trabajar el arte con algo más que un rotulador, se pueden hacer trabajos presentados en forma de páginas web, lo que requiere trabajar la estructuración de la expresión y del pensamiento, se puede crear música convirtiendo el ordenador en un teclado o en un par de platos de DJ, se pueden mantener relaciones de amistad con chavales de otros paises, etc. etc.
Para ello hacen falta varias iniciativas. Se deben de poner en marcha planes de formación de los profesores y profesoras. Éstos deben estar dispuestos a verse obligados a ir a los cursos de esos planes de formación y luego a aplicar lo aprendido cambiando su metodología de trabajo en el aula. Si se quiere hacer en serio, no pidamos profesores supermanes o superwomens. Es decir, que mientras los profesores reciben esta formación, no pueden dar clase. Deben ser substituidos por otros. Y a los substitutos hay que pagarlos. Y eso si que puede significar un gran desembolso; más dinero, creo yo, que lo que cuestan las propias máquinas. ¿Se ha pensado en todo ello?

Y los profesores, ¿querrán? ¿querrán interrumpir la inercia del libro de texto igual para todos, los deberes, los exámenes memorísticos, las listas interminables de ejercicios, un niño que se duerme, otro que chilla, pocos que entienden de verdad lo que se explica, las repescas, pillar a alguien con las chuletas en los calzoncillos? Uff!.

En los profesores me quiero detener un instante. Hace años estaba dando clases de informática a chicos de ESO. Las notas que obtenían en mi asignatura eran bastante mejores que las que sacaban en las demás. Mis colegas me decían que "claro, tu asignatura les gusta y ademas tienen el ordenador, o sea, tienen el juguete y se lo pasan bien, nosotros no lo tenemos (el juguete)". Me jodía que tildasen la informática como algo que consiste en enseñar a manejar un trasto semejante a un cochecito teledirigido. Nadie estaba interesado en las herramientas, en los apuntes, en las estrategias que usaba. Nadie se preguntaba por qué las cosas me iban bien si ni tan siquiera usaba libro de texto. Nadie me consultó nunca cómo me las arreglaba para evaluar sin casi exámenes ni, por supuesto, cómo aprendían sin ningún tipo de deberes, ni cómo era posible que los alumnos se acordaran de un año para otro de todo lo que habían estudiado. Podría detallar recursos y armas que usaba . Aunque la idea que los inspiraba era sólo una: aprendían trabajando, no se distinguía la teoría de la práctica.
Me hubiera gustado hablar de todo eso, pero nadie quería hacerlo. Sólo mencionaban el dichoso juguete.
Bueno, pues ahora van a tener el juguete. Me encantaría que, con el juguete, no tuvieran excusa. Pero si unos y otros se esfuerzan un poco, muy posiblemente la encontrarán (la excusa).

La revolución puede que esté ahí como componente principal del pedido de los ordenadores de Zapatero, pero, ¿será revolucionario el personal docente?, ¿será revolucionario el alumnado?, ¿será revolucionario el personal en general?, ¿serán revolucionarios los políticos y sus intermediarios, los funcionarios?, ¿o acabarán siendo golosinas esos 420.000 ordenadores? Uff!

En el Congreso Zapatero no habló de las consecuencias de su medida. Ni de los problemas que pueden sobrevenir con su implantación. Anunció la medida y chao ¿Y que hizo Rajoy? Hubiera podido plantear todas las cuestiones sobre las que hemos hablado y también otras. Hubiera podido discutir, poner al presidente a prueba, esgrimir iniciativas: política, hubiera podido hacer política. No lo hizo. Se limitó a decirles a los diputados socialistas que lo abucheaban que "no saben leer, qué gente". Eso dijo entre otras groserías. ¿Para eso le pagan, Sr. Rajoy?

Quiero ser como Cobi

Miguel Ángel Silvestre es un actor guapo y musculado que ha protagonizado "Sin tetas no hay paraíso", la serie de Tele5, en la que ha hecho el papel de El duque . No hablaré de la serie sino de su protagonista, un tipo que altera a toda mujer que pasa cerca de él, sin excepción de ningún tipo. Los cachas que triunfan, de entrada, nos suelen caer mal al resto de tíos. Yo no he podido ser una excepción; además, el título de la serie no ayuda.
Pero bueno, mi opinión sobre el tipo cambió hace unos meses. Resulta que le concedieron un premio Ondas. Y en el discurso de recogida del galardón, Miguel Ángel, en el Gran Teatro del Liceo, todo guapo él, dijo algo semejante a lo siguiente: "Hace años vine a Barcelona persiguiendo un sueño: ser figura del tenis. No lo conseguí. Pero, pasado un tiempo, estoy aquí recibiendo un Ondas por mi trabajo de actor. Por eso dedico este este premio a todas las personas que no han conseguido hacer realidad su sueño. Que sigan insistiendo, seguro que habrá alguno por ahí escondido esperándole.
No se me ocurre nada mejor, más vivido, más sincero, más solidario, más antirutina, casi diría que más anti-sistema, más anti "Dreams come true" de los cojones con el que continuamente nos machacan. Todos tenemos ilusiones y sueños. Unos se cumplen, otros no, otros se cumplen medias. Y no pasa nada. La gente vive (vivimos) bien.

Cobi fue la mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992. Lo creó el diseñador Javier Mariscal. Cuando a éste le preguntaron cómo era Cobi. Dijo algo así como que Cobi era un deportista gracioso, simpático, entusiasta, optimista que no suele quedar primero en las pruebas, a lo mejor queda segundo o tercero pero aún así es feliz y, a pesar de no ganar, siempre espera con ilusión la próxima carrera o el próximo entrenamiento. Me gustó Cobi y lo que dijo Mariscal de Cobi. Quiero ser como Cobi.
También admiro ahora a Miguel Ángel Silvestre aunque no le pediré nunca que me firme un autógrafo en las tetas.

Saturday, May 09, 2009

Por una nueva ortografía

Resulta que escribimos letras diferentes que se pronuncian igual (la b y la v). Resulta que una letra se pronuncia de una manera o de otra según la letra que le siga (es el caso de la c).
Luego hay un par de letras que tienen los dos problemas anteriores (la g y la j. Se llama usted Jiménez con j o Giménez con G).
Y sigue la juerga. Existe una letra que se escribe y que no se pronuncia (la puñetera h).
Por no hablar de los acentos. Se debe ser fino para colocarlos correctamente y tener el instinto asesino preparado para saber cuando hay que destruir el diptongo. Que yo me pregunto: para que coño hay que matar el diptongo.
Y podríamos continuar.

La ortografía es el conjunto de normas que hay que saber para escribir las palabras de un idioma. No son el idioma. La ortografía se suele aprender registrando en la memoria la imagen visual de las palabras al leerlas, de manera iconsciente. Método injusto. Si algún chaval no lee demasiado o no tiene su memoria visual preparada, tarda un tiempo estúpidamente largo en escribir sin faltas, eso si lo llega a conseguir y no se tira toda la vida pareciendo un cateto.

La ortografía que se aprende hoy en las escuelas se aprende mal, como se aprende cualquier saber basado en el absurdo.
Imaginemos que la norma de tráfico para indicar una dirección prohibida dijera algo así: "Si el día es soleado y la calle es cuesta arriba, la señal es un disco rojo con una raya blanca; en cambio si llueve y la calle es cuesta abajo, la señal es un disco azul sin raya alguna; para el resto de los casos, la señal es verde con la imagen de un cordero en el centro".
¿Que ocurriría con unas normas de tráfico redactadas así? Nos lo podemos imaginar: atascos, gente parada dudando, aumento considerable del tono de los insultos, accidentes... No se puede enseñar el absurdo, no se puede.

No se puede, pero lo hacemos. Por rutina, por inercia, los maestros no claman contra la sinrazón de las normas ortográficas sino que lo hacen contra los alumnos y las alumnas que los miran y preguntan (o se preguntan) ¿Por qué?

Rutina e inercia. ¿Y no habrá también un punto de masoquismo y otro punto de sadismo? ¿Quien no ha oído a más de un colega enseñante decir aquello de: si yo lo he aprendido, ellos también pueden aprenderlo y punto? (Va siendo muy español eso de: y punto).

También he oído elucubrar a filólogos con afirmaciones que dicen que cambiar la ortografía para simplificarla es empobrecer el idioma. Craso error. Repito que la ortografía no es el idioma sino la parte del mismo de la misma manera que el reglamento del fútbol es parte del fútbol no todo él. Pero es que simplificar la ortografía no significa empobrecer el idioma sino todo lo contrario.

Una gran parte del tiempo de las clases de Primaria e incluso Secundaria lo utilizan los profesores y profesoras para corregir con un rotulador rojo y cruel las faltas de ortografía. Los alumnos y las alumnas se aburren, se mueren intentando acertar en dónde colocar la escurridiza h o en en jugar a suertes para colocar la b o la v o en buscar diptongos para matarlos.

Si la ortografía fuera más sencilla, si los chicos y chicas en un par de años aprendieran a escribir correctamente, los profesores tendrían tiempo para enseñar a usar el idioma para que el alumnado supiera expresarse mucho mejor de lo que lo hace ahora, para hacer que los chavales redacten mejor sus escritos, para aprender a colocar las comas, los puntos y comas, los puntos y demás signos en el lugar correcto, para conseguir saber manejar las palabras, retorcerlas, hacerlas suyas, amarlas.

Ahora las odian. No es que las odien, lo que odian es tener que aprender unas normas tan escurridizas como las que tenemos actualmente.

Con una nueva ortografía el idioma saldría ganando con toda seguridad.
Una nueva ortografía sería antiéstética, fea. Pero sólo al principio. Un día los italianos eliminaron la H. Así, de golpe, fuera la H. ¿Y qué pasó? No se que pasó en su momento pero ahora están encantados. Se han acostumbrado a escribir istérico en lugar de histérico o istrione en lugar de histrione y tan campantes. ¿Eso empobrece el idioma? ¿Una letra más o menos? De qué pobreza hablamos.

El problema, entre otros, es que quienes hacen las leyes son los filólogos y quienes las enseñan (o lo intentan) son los maestros. Supongo que los maestros, las maestras, los profesores, las profesoras, los alumnos, las alumnas y sus papás y mamás algún día dirán "Ya vale, ¿no?"